Nacido en 1936 en Hoengseong, Corea del Sur, el joven Kim Gwang-suk experimentó la crudeza de la Segunda Guerra Mundial cuando su familia tuvo que refugiarse en las montañas Jirisan, concretamente en la aldea de “Munam”. Con apenas 5 o 6 años, fue acogido por Myung Duk Yoon, un taoísta de sólida formación militar, quien le introdujo en el mundo de las artes marciales.
Durante la Guerra de Corea (1950-1953), Kim continuó formándose con Yoon en Busan, practicando principalmente por las noches en las montañas cercanas. Allí profundizó en las 18 técnicas del Sibpalki, además de la medicina oriental y diversos métodos taoístas. Más tarde, el Gran Maestro descubrió el manual Muyedobotongji y comprobó que los métodos detallados coincidían con los aprendidos de su maestro.
Tras el conflicto, Kim exploró otros caminos, alejándose temporalmente de su mentor. Alrededor de los 30 años, se retiró durante 6 años a un pequeño templo budista para perfeccionar su desarrollo interno. Convencido del inmenso valor del Sibpalki para la sociedad y el crecimiento personal, regresó a la ciudad para enseñar y, en 1970, inauguró la Hangukmuyewon, considerada la primera academia de Sibpalki.
Su libro “Análisis de las técnicas del Muyedobotongji” (1987) suscitó un gran interés entre la comunidad universitaria, alentándolo a publicar más obras especializadas sobre esta disciplina. A pesar de su amplia sabiduría, el Gran Maestro siempre se mantuvo discreto y reacio a difundir sus enseñanzas, respetando la tradición taoísta de no buscar protagonismo público. Sin embargo, ya en su vejez, comenzó a compartir sus vivencias y conocimientos con un círculo selecto de discípulos.
Desde 1981 hasta su fallecimiento en diciembre de 2018, el Gran Maestro Kim presidió la Korean Sibpalki Association, dejando tras de sí un legado que refleja su dedicación, profundo estudio y auténtica pasión por el Sibpalki.
